Tuesday, December 04, 2012

Señor: Dios. Presente.




Señor
Dios
Presente



Respetado Sr. Dios:

   Junto con saludarle, me dirijo a Ud. con bastantes dudas. Primeramente no sé si Ud. realmente existe. Y si ese fuese el caso, mi carta no tendrá la respuesta esperada.  No valdría la pena. Le voy a contar que me atreví  a escribirle luego de leer unas palabras dirigidas a Ud., provenientes de un hombre inundado de dolor. Pensé que si tengo dudas y reclamos, lo más lógico es consultarle directamente por esta vía protocolar.
Comienzo con mis preguntas: ¿Cuál es su nombre? Es Dios,  Jehová, Alá, o Amor?  Para muchos efectos puede que solo sea un detalle semántico, pero en la individualización y caracterización de su persona, no.  Si yo pienso en Dios, Jehová o Alá, me imagino una divinidad poderosa que determina todas las cosas. Una que puede hacer lo que quiera sin considerar lo que pensamos. Para serle bien franca Sr. Dios, cuando le veo uno de esos nombres, pienso Ud. es un titiritero. Pero no un titiritero que  regala un espectáculo a otros, sino un show que lo satisface solamente a Ud. Y me parece maquiavélico. En cambio, si yo pienso en Amor, imagino la energía más poderosa del Universo, sin individualidad, de la que todos somos parte. Una energía que permite coexistan el libre albedrío y el destino.  Le agradecería me aclarase quien es realmente Ud. para así poder dirigir correctamente una próxima carta. Aunque en quien yo siempre he creído es en el Amor.
Como bien sabe (porque Ud. lo hizo), Ignacio murió. El hombre que amo no se muestra ya.  Y creo que su muerte tiene un sentido. De eso estoy segura. Pero no sé cuál es.  Entonces  pensé que podría ser lo siguiente: el humano tan limitado e involucionado para comprender requiere vivir terrenalmente para aprender. Entonces Dios nos lanza a la vida para que aprendamos y amemos, y cuando cobijemos las enseñanzas necesarias, podremos pasar a un estadio más avanzado.  Conclusión: quiere enseñarnos. Y si Ud. es Todopoderoso, por qué no nos hizo aprendidos?  Para que nos hace vivir tanto calvario?
Yo, honestamente, no entiendo sus motivos. Los creo extraños. Los creo malvados y vanidosos.  A Ud. lo veo como un espectador del Coliseo Romano. Disfruta de su creación como si fuese culebrón venezolano? No quiero parecer autoconmiserativa, pero por qué permite que muchos hagamos el ridículo rezando, implorando por la vida y salud de un ser amado? Goza con eso? Por qué nos permitió tener fe si sabía no viviría?  Sabe Ud. cuántos días estuve en esa capilla? Sabe cuánto esperé la respuesta de sus monjes? O como creí en el algodoncito de San Chabrel? O cuánta agua bendita de la Virgen de Lourdes le pusimos a Ignacio? Cuántos santitos teníamos sobre su cama? Tanto  dolor que nos regala y no nos explica “para qué”. Lo que más se le parece a Ud. es Arturo Moya Grau.  
Entiende por qué yo prefiero creer en el Amor? Espero no le moleste el tono de la misiva. Intenté ser honesta.

Quedo muy al pendiente de su respuesta,

Alexis Araya